Bastaría con poner a salvo el amor,
arrancando la pesada losa de la tristeza
que se lleva incrustada en la espalda.
Bastaría con detener las lágrimas
que fluyen tímidamente,
limpiarlas con las yemas de los dedos.
Mientras, una tenue sonrisa asoma lentamente
al rostro que contempla
la belleza del mundo.
Bastaría con pensar en todo lo que merece la pena,
para darnos fuerza en el duro camino
por el que transitamos día a día.
Bastaría con creer que los sueños existen,
confiar en su presencia continuada,
y atraparlos presurosamente
en nuestras manos.
Bastaría tan sólo con cerrar los ojos,
y sentir la fresca brisa acariciarnos el rostro,
renovando fuerzas que desconocíamos poseer,
esos que nos invitan a proseguir nuestro camino.
Por eso, no te detengas corazón.
No sufras más.
No te des por vencido.
Arroja el desaliento por la ventana.
Corre en pos de tus anhelos...
Estás aquí para ser feliz.
Has venido para gozar de la belleza,
a entregar y recibir amor y bondad.
Que nada ni nadie te detenga jamás,
pues todo llega y de todo se aprende.
Detén con firmeza todo aquello
que te fue impuesto.
Con valor inusitado
deshazte de lo que oprime tu alma.
En este mundo de falsedades
que imperan y confunden,
de personas que no ven más allá de su propio ego,
crecen aún brotes verdes, flores coloridas
que inundan el mundo con una nueva primavera.
No perdamos la ilusión de nuestros primeros años.
Nademos a contracorriente.
Dejemos en un rincón tanta tristeza.
Todavía perduran en nuestros corazones
los sentimientos puros, la inocencia...
Más allá de las tinieblas,
la luz existe e ilumina.
Brillo refulgente,
faro de Alejandría en el mar de las almas perdidas.