PRIMAVERA...


  Una de las estaciones del año que más cambios produce en el estado físico y anímico de los seres humanos... La que nos despierta un día con sol y otro con nubes, frío, lluvia... Ella, primavera eterna, siempre ella, la misma de todos los años y siempre distinta. La estación que según el dicho popular la sangre altera.
La época en que las flores se abren al mundo con sus colores. Cuando los árboles se visten de verde intenso... Cuando las fragancias te inundan, cuando el canto de los pájaros te alegra el día...

Primavera, todo lo envuelves con tu frescura. Todo se antoja nuevo,como si la vida renaciera con tu llegada... Eres una jovencita vestida de fantasía, eres una dama de espíritu joven y apariencia angelical...Eres el principio de un libro que llevamos leído por la mitad...Eres la fuerza para continuar, la inspiración en los momentos difíciles. También eres tristeza y melancolía, recuerdo de etapas pasadas que uno ha dejado atrás, de instantes vividos intensamente recordados...Tantas cosas evocas tú, con tu manto de color, con tus aromas sin igual, con la luminosidad de los días...

¿ Por qué no duras indefinidamente, primavera ?. No, no me lo digas. Yo te lo diré a ti:  No eres permanente por una sencilla razón. Porque si te tuviéramos siempre entre nosotros, no sabríamos valorar al resto de estaciones. No entenderíamos la melancolía del otoño, el recogimiento del invierno, la alegría del verano. Para dar a cada una la importancia que tiene, es necesario que nada sea para siempre, que vayan pasando los ciclos, que la vida gire, que los sentimientos se  impregnen del transcurrir del tiempo, que vivamos lo bonito, lo menos bonito, y que la enseñanza se quede en los instantes vividos.